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miércoles, 26 de agosto de 2015

Adiós, Krahe, adiós | El Estado Mental

Adiós, Krahe, adiós
 

Me imagino a Krahe leyendo con una ceja levantada las necrológicas que se han escrito sobre su muerte. Con su camisa planchada lo imagino, pasando página al periódico y mirando al horizonte del mar en Zahara, mientras piensa que, en fin, la cosa no es para tanto. Es curioso, podría acordarme en este momento fúnebre de dos de sus primeras canciones, la de El tío Marcial  –un diálogo entre la muerte y un viejo que ha cumplido dignamente con la vida aunque este mundo miserable haya torcido sus frutos–, y la de Don Andrés Octogenario –quien tuvo la suerte de despedirse de este mundo con una erección provocada por una enfermera extraordinaria, una erección tan pronunciada que impidió cerrar la caja del ataúd–, pero no son estas sino la Súplica para ser enterrado en la playa de Sète de su querido Brassens la que me viene a la memoria.

 
 

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