La Ley del Feriante
(Nacho Vegas)
(Nacho Vegas)
Gris, la noche era gris,
contemplaba absorto las manchas de orín,
goteras como el Rhin.
De pronto, un grito de horror,
de pie en un salto, tuve que ser yo,
no había nadie más que yo.
Y encima de mí, aquel resplandor,
el hombre acuarela tiñó mi dolor
de este pálido color.
Una casa que arde enfrente del mar,
se me quema la carne
y mi alma comienza a sudar.
Sí, vuelvo a despertarme aquí,
no hay más que cenizas,
necesito huir, no tengo adonde ir.
De pronto vi un atisbo de luz,
me parto de risa y provoco un alud,
mi júbilo, un alud.
Me cubrió por completo, dejé de sufrir.
Así creí haber muerto,
pero pronto volví a sentir.
Olorosa es mi sangre, vendrán hasta aquí.
Vendrán muertos de hambre
y darán buena cuenta de mí ...
de mí ...
contemplaba absorto las manchas de orín,
goteras como el Rhin.
De pronto, un grito de horror,
de pie en un salto, tuve que ser yo,
no había nadie más que yo.
Y encima de mí, aquel resplandor,
el hombre acuarela tiñó mi dolor
de este pálido color.
Una casa que arde enfrente del mar,
se me quema la carne
y mi alma comienza a sudar.
Sí, vuelvo a despertarme aquí,
no hay más que cenizas,
necesito huir, no tengo adonde ir.
De pronto vi un atisbo de luz,
me parto de risa y provoco un alud,
mi júbilo, un alud.
Me cubrió por completo, dejé de sufrir.
Así creí haber muerto,
pero pronto volví a sentir.
Olorosa es mi sangre, vendrán hasta aquí.
Vendrán muertos de hambre
y darán buena cuenta de mí ...
de mí ...