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sábado, 23 de julio de 2011

Recuerdo . Rafa Mora

"Recuerdo"

Extraido del libro de poemas "Naturaleza urbana"


“la batalla de bocas es ahora”
M. L. Azorín

“el primer beso se da con los ojos “
Bernhardt

“el recuerdo es un tacto...”
Luis Rosales


Me he perdido entre las calles
huyendo del nudo de estos días de tránsito,
y como en una fotografía en blanco y negro,
con polvo y rascaduras,
he bajado hasta sus límites.

Me detuve frente a la plaza, en los suburbios,
en el viejo portal con prendas abiertas y voces de corrala,
y como en un sueño que apenas se despierta
caminé bajo el letargo de esta tarde de domingo.

La débil luz en el tacto de un recuerdo
desprendió el aroma de un amor peregrino,
moribundo,
fatigado por el equipaje de los años.
Y habité, por fin, en sus palabras,
en esa herida de tiempo
que me acercó hasta su nombre.

Allí existías,
radiante,
cobijada en el silencio de secretos esquivos,
en el vértigo soportable de aquellos días
bajo la luz de los bares
y un codiciado balcón de pasiones ocultas.

Porque el primer beso te lo di con los ojos
bien lo recuerdo;
la noche te arropaba el rostro,
tu sombrero inclinado
y el color de tus ojos descansando en los míos
quisieron salvarme de aquel invierno extraño.

Y recuerdo tu rebeldía
a finales de diciembre;
y me gustaba mirarte
cauteloso y sereno
por un cristal de tiempo

eras tan hermosa
tan urgentemente hermosa.

Pero poco te importaba el presente,
el límite de aquellos días;
tan solo eras murmullo
de un rumbo sin destino,
apenas sueño que se diluía como el humo de un cigarro,
querías un amor sin confesiones,
un despertar vacío de promesas.

Y aquella noche pude alcanzarte entre un mar de sábanas.

Cautivado por tu voz, con asombrosa inocencia
pude sumergirme en la intimidad de tu cuerpo apacible,
y bajo la niebla de una música tranquila,
íbamos desnudándonos de pudor y vértigo,
inmersos en una batalla de bocas templadas,
y aceptando la condena a una nueva madrugada sin memoria.

Y pude así sentirte libre
tan urgentemente libre
que el amanecer
me regresó
a las huellas malditas en las copas de vino,
al olor amarillento de los ceniceros,
y al silencio de mi ropa esparcida sobre una cama,
que apenas resistía ya otro desafío del tiempo.

Y allí permaneciste entonces,
ausente y deshabitada,
hasta que la soledad en esta tarde de domingo,
perdido entre las calles,
me ha devuelto al deseo
de aquella noche en la que me consumí,
ceñido a tu cintura.

Rafa Mora

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